sábado, 23 de agosto de 2014

Pues eso



Nada como un divorcio para sentir el dolor y la bofetada que te da la vida para entender que somos mimos al albur de las circunstacias. 

Nada como ver que en el pecho, eso que llaman corazón, no sólo es un órgano que bombea fluído, si no que duele físicamente como si cien coyotes intentasen robarte el despojo que alguien dejó abandonado y moribundo en el desierto al deleite de buitres y alimañas. 

Una vez pensé que el amor sólo era un estado físico, incluso químico al arbitrio de nuestra naturaleza animal. ¡Qué equivocado estaba!

Cuando notas como tu cuerpo se transforma y se rebela, cuando notas que el aire que respiras ya no huele a futuro prometedor si no a condena de dolor, te das cuenta que el pasado no se pude cambiar. Que no puedes cambiar nada de lo que hiciste para llegar a ser el miserable que eres hoy y que al final, el final, te lo has buscado tú solito.

Aún así duele. Duele como  cuando ves a un niño al que le roban su sonrisa. Duele como al payaso que ve que no hace reir a nadie y se da cuenta que hace tiempo que nadie se ríe con él, sin no de él. Duele como cuando ves una foto olvidada del pasado y no te reconoces en ella, porque sólo ves a un imbécil al lado de la mujer a la que amabas, desperdiciando tu vida y la de ella  sin valorar hasta el último aliento y el último átomo de oxígeno que les envolvía.

Aún así estoy aquí. La vida tiene esa impertinente y fea costumbre de continuar desconsideradamente como si los problermas no existiesen. Como si el dolor careciese de realidad en un mundo en el que nadie reconoce la debilidad aunque esta te destroce por dentro. Pero duele. Duele. Y sigue doliendo. 

Noto el dolor como si un cirujano inexperto tratase de extirparme un órgano en el pecho sin anestesia. Como si un juez sacado de un proceso de Kafka me condenase a muerte por haber sonreído en una foto. Duele como cuando mi hija ve que le he robado su adolescencia y la he cambiado por un cromo de Peeter Pan.

Y me siento vacío. Sólo. Pero no sólo en un sentido físico, si no en un sentido absolutamente existencial. Como si fuese un elemento fuera de la tabla periódica. Un nuevo elemento que nadie conoce, nadie entiende y a quien nadie importa porque su existencia revelaría un secreto inconfesable. Que somos vulnerables, débiles, frágiles y sobre todo, dependientes.

Dependientes de otras personas, ne nuestros anhelos, nuestros sueños, y de un ser interior que nadie controla y que al final, después de tantos años que pensabas que eras dueño de ti mismo, te das cuenta que hay un ti mismo que era dueño de ti.

De haber sido más valiente, habría cometido la cobardía de quitarme la vida a mi mismo. Sólo el dolor que habría infligido a las pocas personas que me quieren me han disuadido de tal acto contra mi naturaleza. Quzás sea el último acto honroso y decente del que me pueda sentir orgulloso. Aún así, veo pocas posibilidades de llevar una vida digna de ser llamada así. Aburrido de mi mismo, de mi familia, de mis amigos y de una vida que se empecina en sumar días en el calendario mientras yo me entretengo en restarlos. 

No hace falta ser un psicólogo argentino para identificar una depresión cuando esta aparece. Los síntomas son univesales y dificil es que alguno no los haya padecido, no obstante, cuando el humo de un cigarro sabe a prohibición, cuando la resaca de unas cervezas sabe a vergüenza, cuando el sexo sabe a culpa y el amor sabe a dolor, no queda más remedio que acordarse de las palabras de John Lenon cuando dijo: "Que se pare el mundo, que yo me bajo."

Hoy he visto un espejo con un cartel que ponía: "Fuera de servicio". Me ha hecho gracia. Es verdad, hay días en que los espejos deberían estar proihibidos. 

Aún así, mañana cuando me levante pienso darme un abrazo a mi mismo.

Y otro a vosotros, claro.

1 comentario:

  1. Hubiera preferido que no tuvieras que haber escrito nunca nada parecido. No obstante me parece sublime, aunque tan triste que amargaría incluso a millones de años luz.
    Ànimo.

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